lunes, 29 de septiembre de 2014

El recreo en la escuela primaria.

Olga S. Jarrett
EDO-PS-02-9
agosto 2002

Pellegrini y Smith (1993) definen el recreo como "un rato de descanso para los niños, típicamente fuera del edificio" (p. 51). En comparación con el resto del día escolar, el recreo es un tiempo en que los niños gozan de más libertad para escoger qué hacer y con quién.

Una encuesta de 1989 de superintendentes de educación estatal hecha por la National Association of Elementary School Principals (Asociación Nacional de Directores de Escuelas Primarias-NAESP) halló que en el 90% de los distritos había escuelas que tenían por lo menos un período de recreo durante el día (Pellegrini, 1995). No obstante, según indica la American Association for the Child's Right to Play (Asociación Estadounidense para el Derecho de los Niños de Jugar-IPA/USA), muchos distritos escolares han abolido el recreo desde 1989. Podrían subyacer la decisión de eliminar el recreo las preocupaciones de seguridad y responsabilidad legal y el temor de que el recreo interrumpa las rutinas de trabajo (Pellegrini, 1995). Otro motivo citado para eliminar el recreo incluye la necesidad de pasar más tiempo en la instrucción. Conversaciones personales con directores y maestros sugieren que se sienten bajo presión para llenar de instrucción el día escolar debido a las nuevas demandas de responsabilidad.

En vista del énfasis nacional actual puesto en las decisiones educativas basadas en la investigación, es importante saber qué indica--e implica--la investigación sobre el recreo (Jarrett y Maxwell, 2000). Este Digest discute la investigación sobre el recreo y su relación con el aprendizaje, el desarrollo social y la salud infantil, además de la investigación sobre temas relacionados con implicaciones en las políticas de recreo, tales como la necesidad de descansos y la actividad física.

El recreo y el aprendizaje

La característica más obvia del recreo es que constituye un descanso en la rutina diaria. Para las personas de todas las edades y especialidades, los descansos se dan por esenciales para sentirse satisfecho y alerta. La investigación experimental sobre la memoria y la atención (p. ej. Toppino, Kasserman y Mracek, 1991) halló que cuando se aprende en períodos separados, la capacidad de recordar mejora, más que cuando se presenta toda la información en un solo período. Los hallazgos son compatibles con lo sabido sobre el funcionamiento cerebral: esto es, que la atención requiere la novedad periódica, que el cerebro precisa de períodos de descanso para reciclar químicos esenciales para la formación de memorias de largo plazo y que la atención sigue patrones cíclicos de 90 a 110 minutos durante el día (Jensen, 1998).

En unos estudios experimentales, Pellegrini y Davis (1993) y Pellegrini, Huberty y Jones (1995) hallaron que niños de primaria llegaban a estar progresivamente más inatentos cuando se retrasaba el recreo, con el resultado de que jugaban más activamente cuando éste ocurría. Otro estudio experimental (Jarrett et al., 1998) halló que estudiantes de cuarto grado estaban más atentos a las tareas y menos inquietos en el salón de clase los días que habían tenido el recreo, siendo los niños hiperactivos algunos de los que se beneficiaban más. Obviamente, los descansos son útiles, tanto para la atención como para el manejo de la clase, tomen o no la forma de recreo.

El tiempo pasado en el juego o aprendizaje activo, ¿disminuye el logro académico? Una investigación llevada a cabo en escuelas francesas y canadienses durante un plazo de cuatro años demuestra efectos positivos del tiempo pasado en actividad física (Martens, 1982). Pasar una tercera parte del día escolar en la educación física de variada formalidad, en el arte y en la música resultó en vigor físico aumentado, actitudes mejoradas y leves mejoras en las notas de exámenes. Estos resultados son consistentes con los hallazgos de una meta-análisis de casi 200 estudios sobre el efecto del ejercicio en el funcionamiento cognitivo, que sugieren que la actividad física apoya el aprendizaje (Etnier et al., 1997).

El recreo y el desarrollo social

El recreo podría ser la única oportunidad que tienen algunos niños para participar en interacciones sociales con otros niños. En muchos salones de clase se permite muy poca interacción. Además, los niños cuyas madres trabajan, que se cierran con llave en la casa después de la escuela con la tele y los juegos de computadora como compañeros, muchas veces no tienen interacciones con otros niños después de la escuela.

Muchas actividades de los niños durante el recreo, abarcando la transmisión de la cultura folclórica (Bishop y Curtis, 2001), la toma de decisiones y el desarrollo de las reglas para el juego, implican el desarrollo de habilidades sociales. Según unas observaciones durante el recreo de una escuela primaria (Jarrett et al., 2001), los niños organizan sus propios juegos, escogiendo las reglas y determinando cuál equipo va primero o quién será "eso". Los juegos pueden llevarse a cabo tanto en el salón de clase como en el patio de recreo; sin embargo, según indican Hartup y Laursen (1993), los juegos dentro del salón de clase generalmente se hacen en una "situación cerrada" donde los niños no pueden retirarse del juego. El recreo les ofrece una "situación" más "abierta" donde los niños son libres para abandonar el juego. En situaciones abiertas, los niños tienen que aprender a resolver los conflictos para seguir adelante con el juego, lo cual resulta en bajos niveles de agresión en el patio de recreo.

Ya que el recreo es uno de los pocos momentos durante el día escolar cuando los niños pueden relacionarse libremente con los compañeros, es un tiempo valioso cuando los adultos pueden observar los comportamientos sociales de los niños, sus tendencias a pelear, además de sus comportamientos pro-sociales y de liderazgo (Hartle et al., 1994). La observación de las maneras en que sus estudiantes interactúan socialmente puede ayudar a los maestros y a otras personas responsables durante el recreo a intervenir en las situaciones de agresión o aislamiento social. Se han desarrollado programas exitosos de intervención para enseñar inclusión y deportividad (Gallegos, 1998). Otros programas de intervención se han valido de los niños como líderes en el recreo (Calo e Ingram, 1994), directores de resolución de conflictos (Evans y Eversole, 1992) o como compañeros de juego para ayudar a estudiantes individuales a controlar sus propios comportamientos (Nelson, Smith y Colvin, 1995). Hay cierta evidencia que las intervenciones en el recreo tienen un efecto general de mejoramiento del comportamiento en otras situaciones (Nelson, Smith y Colvin, 1995).

El recreo y la salud infantil

La inactividad física representa una amenaza a la salud tanto para los niños como para los adultos. La inactividad, según la investigación citada en Waite-Stupiansky y Findlay (2001), se asocia con la multiplicación por tres de la obesidad infantil desde 1970, acompañada por aumentos en problemas de salud como la presión sanguínea elevada y altos niveles de colesterol. ¿Hasta qué grado son activos los niños durante el recreo? Kraft (1989) halló que los niños de la escuela primaria participaban en actividad física durante el 59% del tiempo del recreo, el 21% en actividad física vigorosa--un poco más del 15% que ocurría en las clases de educación física (physical education o PE). Investigaciones más recientes citadas en Pellegrini y Smith (1998) revelan tendencias parecidas. Aunque no todos los niños están activos durante el recreo, la tendencia de los niños a escoger actividad física en el patio de recreo cuando más la necesitan, se refleja en altos niveles de actividad en el patio de recreo después que el recreo fue retrasado (Pellegrini y Davis, 1993; Pellegrini, Huberty y Jones, 1995); en mayores niveles de actividad en niños que suelen estar distraídos en el salón de clase (Pellegrini y Smith, 1993) y en altos niveles de actividad inicial, que disminuyen después de los primeros 6-7 minutos en el patio de recreo (Pellegrini y Davis, 1993). Si los niños no tienen la oportunidad de estar activos durante el día escolar, no suelen compensar la falta después que éste termina. La investigación experimental halló que los niños estaban menos activos después de la escuela en los días en que no participaron en el recreo ni en las clases de PE durante la escuela (Dale, Corbin y Dale, 2000).

¿Puede PE servir como sustituto para el recreo? La National Association for Sport and Physical Education (Asociación Nacional de Deporte y Educación Física) dice que "No". En su declaración recomienda las clases de PE y el recreo: PE aporta un "programa instructivo secuencial" relacionado a la actividad y el logro físicos y el recreo aporta un tiempo para el juego no estructurado en que los niños "tienen opciones, desarrollan las reglas para jugar...y practican o utilizan las habilidades desarrolladas en educación física" (Council for Physical Education and Children, 2001).

Conclusión

La investigación que está disponible sugiere que el recreo puede tener un papel importante en el aprendizaje, el desarrollo social y la salud de los niños de primaria. Aunque hay argumentos en contra del recreo, ninguna investigación apoya claramente su ausencia. No obstante, se necesita más investigación para determinar el porcentaje actual de escuelas que han eliminado el recreo y evaluar el efecto de las políticas contra-recreo en las notas de exámenes, las actitudes y los comportamientos estudiantiles. La investigación experimental adicional podría ayudar a aclarar la frecuencia adecuada para recreos, si el recreo dentro del edificio escolar puede servir de sustituto para el recreo en el patio y el nivel necesario de participación o guía por adultos responsables.

Traducción: Berkeley Hinrichs

Para más información

Bishop, J. C., y Curtis, M. (Eds.). (2001). Play today in the primary school playground. Philadelphia: Open University Press.

Calo, K., e Ingram, P. (1994). Playground leaders. Auburn, ME: Maine Center for Educational Services. ED 376 984.

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Etnier, J. L., Salazar, W., Landers, D. M., Petruzzello, S. J., Han, M. y Nowell, P. (1997). The influence of physical fitness and exercise upon cognitive functioning: A meta-analysis. Journal of Sport and Exercise Psychology, 19(3), 249-277.

Evans, K. C., y Eversole, D. (1992). Children as conflict managers. Journal of Emotional and Behavioral Problems, 1(2), 39-40. EJ 480 826

Gallegos, K. (1998). Inclusion, responsibility, and fair play can also be learned outside the classroom. Thrust of Educational Leadership, 28(1), 13. EJ 573 429.

Hartle, L., Campbell, J., Becker, A., Harman, S., Kagel, S. y Tiballi, B. (1994). Outdoor play: A window on social-cognitive development. Dimensions of Early Childhood, 23(1), 27-31. EJ 499 977.

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